El Camino de Santiago es para la mayoría de los peregrinos una experiencia vital, personal, espiritual incluso, pero no hay que olvidar nunca que andar o pedalear el Camino es siempre una experiencia física y nuestro cuerpo tiene que responder.
Poner a punto el cuerpo supone un cierto entrenamiento, diverso en función de la distancia y la ruta que se desee recorrer y, ciertamente, de las condiciones personales. Eso sí, aún los deportistas o habituados al senderismo deberán tener en cuenta la especificidad del Camino, por ejemplo, el hecho de que esta experiencia exige caminar con peso sobre nuestras espaldas: la mochila. Pero que nadie se asuste, la mayoría de los peregrinos expertos y autores de guías del Camino están de acuerdo con que tres meses de preparación es suficiente.
Las salidas para entrenar no tienen que ser diarias, en función de nuestra disposición de tiempo podemos hacer caminatas los fines de semana, un día a la semana al inicio e ir ampliando a dos (sábados y domingos) a medida que avanzamos en nuestra preparación, lo ideal, claro, sería poder caminar varios días seguidos al final de nuestro entrenamiento.
Lo importante es prepararse caminando cada día una distancia mayor, hasta llegar a cubrir sin problema las distancias o kilómetros que esperamos recorrer de media diaria en nuestro Camino, normalmente entre 20 y 25 kilómetros. Aunque tampoco hay una norma, las peregrinaciones pueden adaptarse al peregrino y su capacidad. En cualquier caso lo ideal es comenzar con distancias poco ambiciosas e ir aumentando poco a poco.
Respecto a la mochila, lo normal es comenzar el entrenamiento sin ella y una vez que estemos habituados a caminar comenzar a utilizarla también. Es importante cargar con el peso que pensamos llevar al Camino al menos durante el último mes, de modo que nuestro cuerpo se habitúe y podamos corregir problemas y fortalecer nuestras rodillas y tobillos.