La ciudad de Pamplona es mundialmente famosa por sus fiestas y encierros de San Fermín, que se desarrollan entre los días 6 y 14 de julio. Pocos son los que no han oído hablar de ellas, presentes tanto en películas como en novelas y cuentos, destacando las obras de Hemingway.

La ciudad que el peregrino se encuentra le ofrece una gran diversidad de posibilidades, que van desde la visita de monumentos e hitos históricos al disfrute de las numerosas zonas verdes, parques y lugares de encuentro y descanso.

A Puente la Reina se entra pasando junto el monumento al Peregrino, no es extraño, pocos pueblos son más peregrinos que este, unión de los dos ramales del Camino Francés que llegan de tierras de Aragón y Navarra. Los peregrinos atraviesan la villa entre sus monumentos: iglesias, conventos, cruceros, casas nobles… pero sobre todo por su imponente puente medieval.

Molinaseca es uno de los pueblos más hermosos del Camino, un pueblo de El Bierzo, con arquitecturas de piedra, madera y pizarra muy similares a las gallegas. Pero frente a otros pueblos, Molinaseca conserva un conjunto perfectamente harmónico con su entorno natural, en el que las casas y los monumentos parecen surgir del paisaje que habitan. El peregrino llega a Molinaseca pasando junto al santuario de la Angustia y cruzando el río Meruelo por un bello puente de piedra ¿quién no lo recuerda?

Roncesvalles es un rincón mágico del norte de Navarra, uno de esos lugares cuya visita no se olvida. Está situado junto a la frontera francesa, al pie de los Pirineos, y debe su celebridad mundial tanto a su belleza natural como al hecho de haber sido el lugar donde se desarrolló una de las batallas más legendarias de Occidente: la Batalla de Roncesvalles. La mítica batalla tuvo lugar en el 778 y pasó a la historia por ser la protagonista de la “La Chançon de Roland”, el más famoso de poema épico de toda la Edad Media.

Colegiata de Roncesvalles. Foto: Wikipedia, Marianne Casamance